
Hay años que no se olvidan. Años que no se explican con números ni con clasificaciones, sino con sensaciones. El 2025 ha sido uno de esos. Un año para guardar en la memoria y en el corazón de todos los que sentimos este escudo como parte de nuestra vida.
Porque si cerramos los ojos, seguro que a muchos se nos viene a la cabeza la misma imagen, esa misma sensación. Última jornada de LaLiga. El Coliseum teñido de celeste. Miles de celtistas lejos de casa, pero como en casa. El balón viaja de las botas de Williot al segundo palo y allí aparece él, Iago Aspas, para empujarla dentro y desatarlo todo. Un gol que escribía una página más en la historia de este club. Un gol que arrancaba una espinita clavada ocho años atrás. Un gol que no solo valía una clasificación europea, sino que resumía lo que somos. Un gol que es pura emoción.
Ese instante fue el final perfecto a una temporada con una idea clara, trabajada con paciencia y convicción. Una idea que no se entiende solo desde el césped. Se entiende desde la identidad. Desde un proyecto de la casa que siguió echando raíces, con la cantera ganando protagonismo y con un equipo que nunca perdió la conexión con su gente. Abanca Balaídos volvió a ser ese lugar donde las emociones fluyen, donde todos empujamos a una y donde cada jornada nuestra casa se convertía en un auténtico fortín.
Un fortín construido con el calor de una afición que nunca falla y a la que no hay palabras suficientes para agradecerle tanto cariño. Este año alcanzamos una cifra histórica: 40.000 celtistas repartidos por todo el mundo que sumamos con la llegada del pequeño Roi que con apenas unas horas de vida ya llevaba el celeste en el corazón, recordándonos que hay pasiones que se heredan y que se transmiten sin necesidad de explicarlas.
El 2025 también quedará marcado en nuestra memoria por lo vivido con As Celtas. En su primera temporada, lograron dos ascensos y firmaron un año histórico, confirmando que aquel proyecto que nació desde la ilusión ya es toda una realidad. Una realidad que abre puertas y crea referentes para cientos de niñas y jóvenes que sueñan con algún día defender este escudo con la fuerza de Ana Toubes o de cualquiera de las jugadoras que cada día escriben una página más en nuestra historia.
Oportunidades que crecen también más allá de nuestras fronteras mediante las escuelas inauguradas en Senegal donde el fútbol se convierte en una herramienta de transformación social capaz de brindar una nueva vida para que cientos de niños y jóvenes puedan desarrollar sus habilidades deportivas en un entorno seguro.
Un año que también ha sido símbolo de crecimiento para el club con el inicio de las obras de Celta360 que poco a poco ya emergen de la tierra de Afouteza y que situarán a la entidad celeste en el epicentro del deporte no solo en Galicia sino a nivel europeo. Un proyecto que avanza con paso firme y que ha sido reconocido con la prestigiosa certificación BREEAM Urbanismo, que convirtió al Celta en el primer club del mundo en conseguir esta distinción.
Han sido doce meses intensos. Doce meses llenos de momentos difíciles de resumir en tan solo unas líneas. Pero si algo nos deja este año es la certeza de que lo mejor de todo es vivirlo juntos. Compartir una pasión que a veces nos hace reír y otras nos hace sufrir, sí, pero que siempre nos mantiene unidos. Con afouteza, con corazón y con el orgullo de pertenecer a algo que va mucho más allá.
Ahora solo queda dar las gracias. Gracias al 2025 por todo lo vivido. Y al 2026 pedirle salud para todos, felicidad y muchos más momentos para seguir caminando juntos, como lo que somos: una gran familia celeste.
Gracias por estar ahí, Feliz Año Nuevo y Sempre, Sempre Celta!